Esa divina porción de chanchito
Cuando no solo te llenas la panza sino también el corazón
Ese momento de mierda en el que lateas por esa Lima que Castañeda anda pintando de amarillo "indigno", puteas, reniegas de los cobradores faltosos y mal olientes, de las esquinas con pichi de Jr. Abtao y de los polis que comen su pan con camote y su emoliente en la carretilla frente a la Radiopatrulla de La Victoria.
Ese momento de mierda en el que deseas tener una varita mágica y hacer todas esas cosas que el alcalde de La Victoria aun no hace por dejadez, cojudez o ineptitud, para poder tener calles limpias, oliendo a flores y sin una pizca de basura. Caminar por la calle escondiendo tu billetera en el calzoncillo y tu celular en la teta; sudando frío que algún piraña no te jale tu mochila con tu laptop o que no te pare un patrullero coimero que te quiera poner multa por el grano que te salió en la frente.
Ese momento de mierda en el que odias a los ambulantes que venden su siete colores al lado de la tía de jugo de naranja y la chibola que te vende sandía en rodajas por Jr. Parinacochas que se mezclan entre las personas que caminan igual que tu, los choros, el datero de la línea P-1 y el sereno de la municipalidad con una cara que da miedo.
Ese momento en el que de repente, entre todo ese alboroto y carnaval de olores, colores, sabores y caras, te cruzas en la cuadra 14 de Av. Bausate y Meza, con Victor, uno de los mejores ambulantes con los que me he sentado a comer mi chanchito con papas, mote, zarza de cebolla con hierba buena y su ají que pica como la ....are.
Ese momento en el que dudas de la procedencia del puerquito que está en trozos en su fuente, sazonadito y que a la vista se ve más bueno que Michael Fassbender calato. Te acercas, le preguntas cuánto cuesta su porción de chanchito (o "cerdo" como dicen los entendidos culinarios); te dice que tiene de cuatro y cinco soles, pero ultra, mega, recontra servido y como que la vista hace que se venda solo.
Te sientas en su banquito de colores marca "Basa" y ves como va trozando la carnecita, en su tablita de picar ultra limpia: ves la carne, la grasita, el huesito tostadito como te gusta. Empiezas a salivar como el perro de Pavlov y mientras eso sucede, Víctor te comenta que el aderezo de su chanchito lo aprendió cuando trabajaba en el famoso y pituco hotel Crillón (cuando era EL HOTEL) y de desde ese momento, él ha tenido que recursearse, porque su sueldo no le alcanza y bueno, es la de todos ¿no?.
Es sociólogo y profesor en la San Marcos, tiene una particular manera de hablar, muy educado y reposado al hacerlo, que si lo escuchas con harta atención pareciera que te hipnotiza como para que le compres no una, sino dos porciones grandotas y como que te pierdes entre lo que te dice y lo que te estás por meter en la panza.
Ese momento épico en el que la bolsita llega a tus manos, Víctor te está por alcanzar el tenedor descartable, pero no esperas, le metes el dedo y te lo metes a la boca; lo pruebas, lo saboreas y te lo devoras. Mientras él ve con agrado y satisfacción tu cara casi orgásmica, cómo vas disfrutando de lo que él ha preparado.
Dice que ya tiene más de diez años en esto, que le gusta mucho ver los rostros de las personas que prueban la sazón del chanchito que compra en el camal de Yerbateros muy temprano en la madrugada. Lo oyes mientras le vas con todo a ese ají que pica, casi al llanto y al atoro, pero como buen peruano, te llega y te lo comes; total, hay mote y papa para que baje.
"Dios da para todos" te dice Víctor y por ese momento te tragas entero tu pedazo de papa con algo de reflexión y piensas "putamadre, me cagaste"; sonríes, le das la razón y sigues comiendo. Te echa más limón por que según él "no puede faltar el limón" y de repente te sientes flotar mientras los ácidos gástricos van acompañando tu digestión con placer y alegría.
Ese momento en el que dices: "qué serías sin ese ambulante que te mata el hambre al paso, con un poco de sazón, reflexión, sabor, limón, ají y una sonrisa".
Ese momento en el que le pagas con todo el gusto del mundo las mejores cinco lucas invertidas en el día y no le pides yapa por respeto y dignidad (la cual, se fue al diablo luego de comer como si te lo fueran a quitar), le das la mano, te despides con mucha gratitud y una sonrisa sincera te devuelve el saludo y el apretón de manos.
De hecho que voy a volver Víctor, ya sé que estás de Lunes a Sábado de diez de la mañana hasta las seis de la tarde. De hecho que traeré a mi mamá y demás amigos para que disfruten igual que yo de tu chanchito y tu buena conversación.
Que te vaya bien Víctor, fácil a esta hora ya debes estar dictando en San Marcos, pero esto va para ti con todo el cariño y la satisfacción de conocerte. Muchas gracias.