Mamá por un día
Cuando los niños te enseñan a ser personas
Yo no tengo hijos, pero tengo sobrinos y el día de ayer, fui digamos, mamá por un día, ya que me hice cargo de una de mis sobrinas, una niña muy dulce y cariñosa de 04 años. Ella es hija de mi hermana y actualmente, quien se hace cargo de esta niña traviesa es mi mamá.
Así que ahora, les contaré mi experiencia como mamá y digamos que al plasmar lo que me pasó ayer, supe realmente la chamba de ser responsable de un niño.
Cuando era adolescente, 15 años aproximadamente, mi mamá salía a trabajar y yo me tenía que quedar a cuidar a mis tres hermanos de 5 años, 2 años y 8 meses; en ese momento, mi mamá me dejaba la comida ya hecha y solo tenía que recogerlos al salir del colegio y cuidarlos toda la tarde: darles de comer y que vean televisión lo que quedaba del día y a mi último hermanito, cambiarle los pañales; en ese momento, no percibí toda la experiencia que ayer aprendí.
Bueno, resulta que recogí a mi sobrina de la casa de mi mamá quien vive al otro lado de Lima, en su mochilita metió su cepillo de dientes, su libro de cuentos (La Odisea de Homero, sí, La Odisea) y la ropa que le tenía que cambiar al día siguiente luego de bañarla.
Yo no tengo auto, por lo que la única manera de movilizarme es en bus o en taxi, pero un taxi desde el Callao hasta Surco me cuesta como un pasaje en bus a Trujillo. Ella muy entusiasmada me dice: -Tía, ¿vamos a ir a tu casa a jugar?, - Sí ñaña, vamos a jugar, a ver tele y a pasear. -¡Qué genial tía! Y sonríe con esa sonrisa y esa carita que todo niño de 04 años tiene y que logra que el corazón se te haga una pasa. Me coge de la mano y camina saltando y cantando: “me voy a la casa de mi tía, me voy a la casa mi tía”, llegamos al paradero y esperamos el bus.
Primer lío: la grada inicial del bus es tan alta que la única manera que ella suba es cargándola y el chofer del bus (como la mayoría) no espera a que uno termine de subir y ya está avanzando. Pago el pasaje y veo que los asientos reservados, rojos en algunos casos, se encuentran ocupados con personas que no son ni embarazadas ni ancianas ni con alguna dolencia física (muletas, etc). Le tuve que decir a un señor que se pare porque yo me debía sentar con mi sobri, a regañadientes se para y yo me siento con ella.
¿Qué es lo que pasa aquí? Al tener un niño sobre tus piernas, más allá que un niño pesa, debes cuidar que no se golpee la frente con el asiento de adelante o que las personas que están de pie la golpeen por la espalda con sus mochilas, maleta o cualquier otra cosa. los sentidos se te agudizan horriblemente y hasta cuentas las veces en las que el bus frena.
Segundo lío: “tía, quiero hacer pis”. Se te congela la sangre, porque primero, aún no llegamos a casa y segundo, dónde rayos la llevo al baño. Ni modo a bajarnos, yo llevo en el hombro mi bolso y su mochilita y de la mano la tengo a ella para poder avanzar hacia la puerta y bajar. Ni idea de dónde estaba exactamente, pero vi un chifa y entré, le dije que me deje usar su baño para que ella pueda ir, me dijo que no.
¿Qué es lo que pasa aquí? A diferencia de algunas personas que hacen orinar a los niños en la calle como si fueran perritos, yo no soy de esas personas y pues ahí te chocas sin asco con la falta de empatía y criterio para algunas personas, pero bueno me tocó buscar otro lugar a donde llevarla. Finalmente, lo conseguí y pudimos superar este tema. Nota mental: llevar a los niños al baño antes de salir de casa y llevarle un gorro por si garúa.
Esperamos un nuevo bus, volvimos subir, volví a parar a la gente que ocupa los benditos asientos rojos y ya al llegar al lugar donde debíamos bajar, la sobrina, se me duerme. Cargar a una niña de cuatro años con el bolso, la mochilita y las horas de cansancio por el viaje me ha dejado un dolor de espalda hasta ahora. Tuve que despertarla porque íbamos a subir un puente peatonal, porque no, tampoco la iba a exponer a cruzar una pista y además, sentí que era más peligroso subir con ella cargada, porque considero más peligroso.
Tercer lio: “tía no quiero subir, tengo miedo” y se pone a llorar…
¿Qué pasa aquí? Una de las cosas que apliqué fue la del príncipe William: agacharse a su nivel, mirarla a sus ojos y explicarle la razón por la cual debíamos cruzar el puente. Funcionó y con canciones, cruzamos el puente ese sin problema. Nota mental: Paciencia e inteligencia emocional para tratar los miedos de los niños y no ignorarlos jamás.
Llegamos a casa por fin, yo cansada y tensa, me tiré en el sofá y ella me dice “tía, ¿podemos ver dibujitos?”, son las 9:00pm y yo ya quiero mi cama, pero esta niña nada de sueño tenía, porque claro, en el bus ya vino durmiendo. Ni modo a ver juntas “el mundo de Gumball”.
Llegó el momento de ir a dormir, se lavó los dientes y la cara, pijama y a la cama, en el momento en el que ya me disponía a cerrar mis ojos, ella me dice “Tía, no te he escuchado rezar”. ¿Y ahora?, ya bueno, vamos a rezar. Nota mental: mi mamá es una genia para enseñarle esas cosas que yo ni siquiera había caído en cuenta.
4:00am: “tía, quiero ir al baño”, nos tuvimos que levantar y media zombie la acompañé al baño. Hay un detalle con los niños: nunca se cansan, jamás, aún dormidos, juegan en sueño su propio partido de fútbol y patean como si estuvieran tirando penales. Nota mental: ir al baño antes de dormir puede evitar que se despierten de madrugada, got it!.
6:00am: “tía, ¿vamos a tomar desayuno?” me decía eso mientras con su dedito me hincaba la cara para que despierte, vi la hora y le dije que la panadería aún no abría (era cierto), pero esa excusa no es válida para un niño. Le di el teléfono y se puso a ver dibujos en YouTube y pude dormir un poquito más. Nota mental: no es sano darle el móvil a los niños y hay que acostumbrarse a dormir poco o en todo caso a no dormir.
8:00am preparé desayuno: leche con Milo, huevos revueltos con hot dog y su pan integral. Tomar desayuno viendo noticias o fútbol ya no es una elección, debes tomar tus sorbos de café con el fondo de la Gallina Pintadita ni modo. Todo iba bien hasta que me dijo que no comía pan integral y la leche tampoco la toma tan caliente. Llamo a mi mamá y me dijo: “Conócela, no te voy a decir nada, buena suerte negrita, un beso”… Nota mental: tus gustos y preferencias pasan a un segundo o tercer plano, primero los niños, luego tú, si te acuerdas.
Luego de ello y lavado los servicios, nos tocó jugar, bailar, cantar, pintar; ser dos niñas despreocupadas del mundo de los adultos y sonreír mucho. Esta parte fue genial, descubrir qué le gustaba, cómo actuaba, cómo se comportaba y también ver cómo yo podía interactuar con una niña a la que no puedo ver todos los días, pero que disfrutamos tan bien los momentos juntas. Nota mental: no olvidar jamás que uno fue un niño.
Momento del baño: ver qué ropa se va a poner, cuidar que el shampoo no le caiga en los ojos, tener cuidado de no arañarla -sí, tengo las uñas largas- y sobre todo, cuidar mucho la temperatura del agua y tampoco tenerla tanto tiempo en el agua, porque se puede resfriar. Ver un cuerpo tan chiquito y tan delicado, me daba de cierta manera el temor de que le pudiera pasar algo y descubres cómo los lazos familiares se encuentran presentes más allá de no haberla tenido en tu panza. Nota mental: disfrutar de todos los momentos, hasta los más mínimos es importante.
Salimos a pasear al parque, ir a los juegos y estar ahí exactamente casi dos horas que si no fuera porque me moría de hambre, se hubiera quedado ahí eternamente. Por ratos te aflora ese instinto de protección que si se cae, sales corriendo a limpiarle la ropa; pero no, esta vez no hice eso: dejé que se ensucie, dejé que se caiga, dejé que se despeine, dejé que poco a poco conozca sus límites y supere sus miedos, a la altura por ejemplo (recuerden el episodio del puente), obviamente, con el seguimiento y la atención posible, pero no sobreprotegerla. La dejé ser y fue feliz; la sentí feliz, segura y tranquila de que lo que estaba haciendo estaba bien. Nota mental: si ella se ríe, algo estás haciendo bien.
Le dije: -¿Qué quieres comer? Y me dijo: “tía, solo quiero papas fritas”, en ese momento, tu nivel de marranada te ayudaba a tomar la decisión más fácilmente, pero el lado adulto responsable te hace pensar un poco más de darle una comida más contundente. Opté por una sopa criolla y bistec con papas sancochadas y arroz. Me demoré una hora para que termine de comer entre juegos, bailes, bulla y demás. Nota mental: no pidas tu comida con la de los niños al mismo tiempo, porque tú jamás vas a comer al mismo tiempo y se te enfría, es más ni siquiera terminas de comer.
Luego del paseo, los juegos y la comida, toca ir de nuevo a casa de mi mamá a dejarla sana y salva. Esta vez, aplico todas mis notas mentales y antes de saber que ya nos íbamos, la hago ir al baño, subimos el puente sin problema esta vez y en el bus procuré ya no usar los asientos reservados e irme más a la mitad del bus por una cuestión de comodidad. Tuve que bajar a mitad de camino sin decirle nada para llevarla al baño de nuevo, llevé un bolso más grande y dentro de él metí la mochilita. Tarea cumplida: viaje sin problema, menos bultos que cargar, ningún nivel de estrés con el tema de ir al baño y claro, sabía que se me iba a dormir así que ya sabía que debía estar preparada para cargarla.
Ya en casa de mi mamá, como un loro se puso a contarles a todos en casa lo que había hecho, comido, jugado, reído y demás.
Fue una experiencia de mucho aprendizaje, en la que definitivamente, hacerte cago y responsable de un niño no es cualquier cosa. aprendí que le falta mucho a la sociedad ser un poco más amable con los niños y con las personas que están con niños. De cierta manera, te das cuenta de cosas que en tu mundo “sin niños” no tomas en cuenta y bueno, siento que ahora soy un poquito mejor persona que ayer.
Última nota mental: los niños te enseñan mucho sobre la vida, sobre el amor, sobre la sociedad y sobre cómo es su mundo de juegos, ese que muchas veces nosotros los adultos olvidamos.