Por más de 20 años, hemos normalizado las elecciones en función al mal menor; elegimos al que roba menos, al que tiene menos acusaciones, al que nadie sabe exactamente cómo se enriqueció, pero es chévere, al hijo que fulano de tal, al discípulo de mengano. En lugar de erradicar el mal que tanto daño nos hizo, decidimos ir por lo fácil, nos hicimos de la vista gorda y solapamos los secretos a voces, hasta que un día el “mal menor” se superó y nos quedamos sin eso, ya que por donde miráramos, todo era malo, pésimo.

Escondimos bajo alfombra a la corrupción e ignoramos que, desde ese lugar, seguiría dañando e infectándonos. Sabíamos eso y no hicimos nada, dejamos que otro lo haga por nosotros y sacamos el cuerpo. No necesitábamos de un virus agresivo para saber lo dañados que estábamos, solo fue la escoba que ayudó a tirarnos en la cara más de 20 años de corrupción. Hoy nos dimos cuenta que debimos comprarnos el pleito de nuestros padres, de nuestros abuelos.

En medio de una crisis sanitaria mundial, una crisis igualitaria, una crisis política y económica y mucha, mucha violencia, ya no tenemos por dónde empezar, esta permanente inestabilidad nos supera. Vemos la impunidad por todos lados, los que están en el poder no nos dan la mano, es más, la usan para hundirnos más.

Nuestra frustración e indignación nos embarga. Salimos a la calle poniendo nuestra endeble salud en riesgo y no nos importa. Pareciera que hoy es el día en el que vamos a luchar por eliminar definitivamente este mal que tanto daño nos ha hecho. Pareciera que hoy nos vamos a hacer responsables de nuestras decisiones. 

Dejemos de estar vigilantes y empecemos a actuar, tomemos las riendas de las decisiones, no solo por el bien de nuestro país sino por los hijos de muchos que crecen ahora en toda esta pudredumbre. 

Muchos estamos cansados de ver, crecer y envejecer con lo mismo. Muchos estamos cansados de mirar por la ventana del vecino y celebrar que se manifiestan, que pelean por lo que quieren y que luchan por cambiar una constitución. Muchos estamos cansados de emocionarnos y felicitar a los países que cambian, crecen y se desarrollan en nuestra cara. Hace unos días, celebrábamos emocionados la elección de Biden y Harris en EEUU, por un momento nos ilusionamos por pasar por algo así, por ver un cambio significativo para el país y para nuestra sociedad. 

Se nos han pasado 199 años y nada cambia. ¿Hasta cuándo vamos a estar así?

Yo me compro el pleito.